domingo, 18 de noviembre de 2018

Ruanda y Uganda.

En cuanto se hace de noche, se pone en marcha la música. La puerta y ventana de mi cuarto tiemblan con las ondas sonoras. Salgo a ver. Hay una discoteca detrás del edificio frente a mi pensión, a unos 100 m. Es tan alto el volumen que no puedo ni leer. Es la gota que desborda el vaso que se ha ido llenando durante los últimos meses. Nadie se queja, ni siquiera la jefa que tienen un bebé de meses, sólo el blanco.
Es sábado y esto se prolongará; voy a la comisaría a las afueras y solicito sitio donde acampar. Les explico las razones y un agente lo justifica: la discoteca es un negocio. No ponen problema para que acampe y vuelvo a la pensión, cargo la carpa y el saco de dormir sobre la bici y de vuelta a la poli. Tiene que llegar el jefe para dar el visto bueno, y cuando llega no lo da.
-Aquí no se puede pero conozco un sitio tranquilo y seguro.
Le sigo caminando durante media hora y me lleva a un hotel alejado del centro.
-Ya os he dicho que he pagado una habitación y no voy a pagar otra, me voy a dormir al campo.
No es fácil encontrar sitio en la oscuridad y regreso para una iglesia que tenía localizada. El cura, que vive en un palacio, no quiere verme y utiliza a una mujer que vive en su casa como mediadora. Me da permiso para acampar junto a la iglesia, y aunque con tapones en los oídos, me despierto a cada rato, hasta aquí llega la música.
A altas horas de la madrugada se apagan los altavoces, y es entonces cuando comienza a sonar el órgano de la iglesia. Después es el almuédano de una mezquita cercana el que grita... y llueve.
Cuando salgo pedaleando bajo la lluvia y paso por los pueblos acelero y evito mirar a la gente, no respondo a sus saludos, ni siquiera a los de los niños, y comienzo a odiarme por ello. Es tal mi amargura que cuando resbalo y me voy al suelo, no me levanto, me quedo sentado sobre el barro, hasta que se acerca la gente de alrededor a preguntar si estoy bien y aconsejan quitarme de la curva para evitar ser atropellado por el tráfico.
No tengo valor para alojarme en otra pensión y cuando veo una misión católica a las afueras de un pueblito pido permiso para acampar, parece un lugar tranquilo. Comienzo a montar la tienda y comienza la música en unos edificios frente a la misión.. Pido cambiar de sitio el campamento pero me dicen que son los estudiantes del colegio y se irán pronto. Y se van, pero se escucha música de otro lugar más alejado, los africanos tienen potentes altavoces. El cura me tranquiliza, a las seis la cortan. Llegan las seis, y las siete, y las ocho, y África disfruta de la música. En la oscuridad recojo todas mis cosas, las cargo sobre la bici y cambio mi dormitorio detrás de la iglesia que hace de parapeto y amortigua el ruido. Y aunque no os lo creáis, al minuto de estar instalado se pone en marcha la música a este otro lado. Y yo me estoy volviendo loco.
Me echas África, te deseo lo mejor, pero aquí te quedas con tu música.
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Y como la población no deja de aumentar, se amplían carreteras.
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Aquí fueron asesinados 10 cascos azules belgas durante el genocidio de 1994 en Ruanda, en el que murieron cientos de miles de ruandeses.
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Los cultivos, en este caso de té, acosan a la selva en Uganda.
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El lago Victoria.
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Isla de Bugala.
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El sida es un gran problema en muchos países africanos.
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La selva tropical de la isla de Bugala es sustituida por palmeras aceiteras ante la creciente demanda.
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Aceite de palma, piña... la creciente población necesita alimentarse.
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Alevines del lago Victoria.
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Lago Victoria.
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El tráfico en Kampala.
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Kampala.
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martes, 9 de octubre de 2018

Oeste tanzano.

Las autoridades hacen estudios sobre cuantos elefantes puede soportar un territorio sin que éstos terminen dañando la vegetación. Cuando su número sobrepasa el aconsejable se les da caza para conservar el medio. Lo mismo se hace con otros animales, pero jamás el hombre hará un estudio sobre donde está el tope de su propia expansión. Durante los últimos meses siempre me han avisado sobre el peligro por los muchos elefantes o leones que había, pero nunca me han dicho que hay mucha gente. Y la hay.
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El sida.
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Sumbawanga.
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Cuando hay quien admira a dictadores y asesinos.
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Una cantera.
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Ensanche de la vía.
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Lago Tanganica.
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Kigoma.
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Donde hay gente hay fuego.
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Rusumo.
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lunes, 24 de septiembre de 2018

Malaui.

El ruido se puede hacer insoportable en esta parte de África. Los altavoces de los negocios escupen música a alto volumen de día e incluso de noche. En las pensiones no es diferente y la música no deja descansar a los inquilinos. Nadie se queja, sólo el mzungu extranjero.
-¿Ponéis música a la noche?
-Sí, ¿te gusta bailar?
-No, quiero dormir y con la música no puedo.
-No, no ponemos música.
Y a la noche la ponen, y mi aguante se acerca al límite.
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Un baobab.
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La población humana se multiplica y a los peces ni siquiera se les permite crecer para reproducirse.
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Tampoco se deja recuperar al bosque.
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Aqui las motosierras ya dejan huella.
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El carbón vegetal es la principal fuente para cocinar.
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Todo Malaui lleno de bolsitas de plástico por el suelo.
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Playa del lago Malaui.
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Playa de Nkhota Bay.
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Las mujeres cargan con la leña para cocinar, con el agua, con los niños pequeños...
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domingo, 26 de agosto de 2018

Zambia.

Sabados y domingos desde primera hora de la manhana los varones de Zambia ya estan bebiendo, a medio dia medio pais (el masculino) ya esta borracho. Se ponen pesados, no se les entiende lo que dicen, y al verte comprar provisiones te piden para comer, sin mantenerse en pie, sucios y vistiendo harapos.
Una ninha se toca la barriga y con la otra mano senhala la boca.
-?Y donde esta tu padre?
-Emborrachandose con los amigos -podria haber sido la respuesta.
-Somos bebedores -me dice un individuo con una gran sonrisa -cada dia venimos aqui a beber.
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Carbón vegetal, millones de sacos, y la población creciendo.
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Sábado por la mañana en Livingstone.
Ahora habrá quien diga que hay que talar los árboles de la avenida.
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Y peor aún cuando el que se estrella no lo hace solo.
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Un arroyo en Lusaka.
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 El campo zambiano siempre en llamas.
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 Y lleno de basura.
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jueves, 19 de julio de 2018

Namibia.

En algunas aldeas del Norte de Namibia los niños te piden caramelos con la mano abierta. A veces una docena de ellos corren tras la bici gritando: sweets, sweets... les digo que no tengo. Pues dame el teléfono móvil.
La tendera se queja de las dificultades para sacar a su hijo adelante. Un vecino tuvo 26 sin poder mantenerlos, me dice. Ella es joven y todavía tendrá  4 ó 5 más. Si no, ¿quién me cuidará cuando sea vieja? Y sus 5 ó 6 hijos le darán 30 nietos nacidos de la pobreza. Una progresión con resultados previsibles.
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Muertes en carretera fuera de estadísticas.
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Gobabis.
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Las guerras de Namibia.
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 Sin palabras.
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 Acera en Windhoek.
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Namibia es un desierto con poca agua, el mayor consumidor de agua es el hombre, el gobierno namibio trata de que la población del país siga creciendo...
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A 60 km del pueblo más próximo encontrarás botellas de cerveza tiradas en el suelo.
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 Por muy miserables que sean las vidas que les esperan, no se dejará de tener hijos.
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Opuwo.
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Rundu.
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Parque nacional Bwabwata.
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P. N. Bwabwata.
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Alevines del río Zambeze. Antes había más pesca, se quejan los cada vez más numerosos pescadores. Y en cada mercado ribereño millones de peces que jamás tendrán descendencia.
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